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Gormak


Cuando Mordrouk desapareció, dejando las puertas del Observatorio sin protección, los chamanes se desesperaron. Dudaban en acercarse al lugar maldito, pero no podían dejar que la oscuridad se extendiera más.
Y la magia del Abismo no esperaba. Se aferraba a los vivos como una enfermedad. Y su primera víctima fue Gormak el Altísimo — uno de los demonios que patrullaban los alrededores del Observatorio.
 
Al principio, los cambios eran apenas perceptibles: su piel estaba cubierta de vetas malva, como las raíces de la oscuridad. Entonces el poder comenzó a fluir en sus venas, distorsionando la carne. Cuando los parientes lo notaron, se abalanzaron sobre él, pero Gormak logró defenderse y escapar.
 
La fuga salvó su mente, pero no su cuerpo. Con cada día que pasaba, el Abismo lo volvía a pintar: en las manos aparecieron cuchillas afiladas como la noche, el cuerpo se convirtió en una sombra translúcida y los ojos se iluminaron con una fría llama púrpura. Ya no era un demonio, sino otra cosa.
 
Al principio, ayudó a sus antiguos hermanos de armas: los rescató de emboscadas, los sacó de las trampas. Pero cuando los chamanes finalmente sellaron el Observatorio, Gormak entendió su propósito y defendió el Observatorio. No por lealtad a Kagrohan, no por miedo. Porque sabe que hay algo peor que la muerte. Y cualquiera que intente abrir el Observatorio sabrá de qué son capaces las cuchillas forjadas por el Abismo mismo.
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